Por Joaquín Linne
El sistema financiero es como un gran casino ‘globalizado’. Wall Street, Londres, Buenos Aires: Las Vegas, Punta del Este, Mar del Plata. Todos interconectados. Y en cada casino –en cada bolsa- hay treinta jugadores fuertes que son los que mueven el volumen grueso de las fichas. Y viajan y se comunican mucho. De casino a casino. El resto son esos borrachos de clase media que no pinchan ni cortan (pequeños y medianos ahorristas que se meten a jugar en la bolsa, compran algunas acciones y quizás logran darse algunos gustitos más después de jubilarse). Entonces tenemos a nivel estructural treinta jugadores potentados que juegan todas las semanas y mantienen el lugar. Pierden, ganan, son inteligentes y racionales y compensan y marcan tendencia. Estos jugadores hicieron plata en otros lugares (herencias, empresas, préstamos, negocios con los estados, cambios de monedas, etc.) y ahora vienen a gastarla y a maximizarla acá. Algunos por ejemplo cuatriplican sus fortunas en dos años de casino. Si la fortuna promedio de cada tipo pesado son 500 millones, se guardan 100 (no vamos a poner en riesgo la continuidad de la estirpe) y con los otros 400 diversifican: blackjack, ruleta, póker, maquinitas (acciones, bonos, compra-venta de monedas, compra-venta de deudas públicas y privadas, etc.). Pero mantengo mi seguro de vida: una cuenta en Bahamas a una tasa de 5% anual (si en la cuenta tengo 4 millones de dólares, con sólo dejar esa plata ahí recibo 200.000 dólares al año; con el resto juego, me divierto, trato de superar los mil millones o, al menos, de mantenerme todo lo posible en el juego como un jugador de peso).
El sistema financiero es como un gran casino ‘globalizado’. Wall Street, Londres, Buenos Aires: Las Vegas, Punta del Este, Mar del Plata. Todos interconectados. Y en cada casino –en cada bolsa- hay treinta jugadores fuertes que son los que mueven el volumen grueso de las fichas. Y viajan y se comunican mucho. De casino a casino. El resto son esos borrachos de clase media que no pinchan ni cortan (pequeños y medianos ahorristas que se meten a jugar en la bolsa, compran algunas acciones y quizás logran darse algunos gustitos más después de jubilarse). Entonces tenemos a nivel estructural treinta jugadores potentados que juegan todas las semanas y mantienen el lugar. Pierden, ganan, son inteligentes y racionales y compensan y marcan tendencia. Estos jugadores hicieron plata en otros lugares (herencias, empresas, préstamos, negocios con los estados, cambios de monedas, etc.) y ahora vienen a gastarla y a maximizarla acá. Algunos por ejemplo cuatriplican sus fortunas en dos años de casino. Si la fortuna promedio de cada tipo pesado son 500 millones, se guardan 100 (no vamos a poner en riesgo la continuidad de la estirpe) y con los otros 400 diversifican: blackjack, ruleta, póker, maquinitas (acciones, bonos, compra-venta de monedas, compra-venta de deudas públicas y privadas, etc.). Pero mantengo mi seguro de vida: una cuenta en Bahamas a una tasa de 5% anual (si en la cuenta tengo 4 millones de dólares, con sólo dejar esa plata ahí recibo 200.000 dólares al año; con el resto juego, me divierto, trato de superar los mil millones o, al menos, de mantenerme todo lo posible en el juego como un jugador de peso).
En este casino si entrás te quedás jugando al menos un par de años. Las fichas se cambian cada varios años porque todos confían en el casino y porque hay cierta cantidad de fichas y nadie quiere quedarse sin jugar. A los treinta jugadores les iba muy bien, o eso parecía. Alguno -que también era empresario- un día se quedó sin liquidez y cambió una de sus empresas por fichas. El casino le dio a cambio un millón de dólares y abrió el juego financiero. Dijo: esta empresa equivale a mil fichas violetas. El que tenga más de estas fichas, es el mayor accionista, casi como el dueño, o el socio mayor. Lo que no dijo el casino es que las mil fichas violetas equivalían a dos millones de dólares, el doble del valor real de la empresa. Esto en espiral te da una burbuja financiera. La ficha violeta, como el peso argentino del uno a uno o muchas empresas punto com, estaba sobrevaluada, y las burbujas, láminas de jabón o construcciones demasiado endebles para ser verdad duradera, en algún momento explotan.
Pero los jugadores seguían contentos. No saben que están en la burbuja, pero la hacen. Valorización financiera. Algunos pocos ganan, otros muchos no. En algún momento empezaron a ver que el casino-sistema-financiero tenía problemas para responder por esas fichas/acciones. Mientras ellos jugaban, los dueños del casino se habían dedicado a jugar con su plata en otras cosas. Hipódromo, construcción, créditos. Pido un préstamo para ser prestamista. Siempre que la tasa de interés de mi préstamo dado sea superior al que me concedieron, gano. Pero les empezó a ir mal. Alguien corrió el rumor entre los jugadores de que el casino estaba por quedarse sin liquidez -dinero real- para responder por las fichas. Todos se asustaron y empezaron a querer cambiar las fichas e irse a sus casas. Pero después de que algunos cambiaron, el casino se declaró en quiebra y ya no pudo cambiar fichas. A su vez, el precio de las fichas empezó a bajar mucho cada día. Empezó bajando en un casino y rápidamente bajó el precio de todas las fichas en todos los casinos. Entonces todos los que tenían muchas fichas y no las habían podido cambiar empezaban a ver cómo sus activos se desvalorizaban. Algunos habían firmado que no cambiaban sus fichas hasta dentro de tres años. Algunos habían dado o pedido préstamos en fichas. Pero lo hacían a escondidas. Muchos de los jugadores fuertes no entregaban dinero real a cambio de las fichas, sino que le pedían préstamos al casino o a un banco, y con esa plata iban al casino y jugaban. O escondían la plata y se declaraban en bancarrota. Quién sabe. El problema fue que muchos deudores al mismo tiempo empezaron a declararse en bancarrota. Y empezó a salir a la luz la cantidad de préstamos -de pagarés- dando vuelta. Si el 80% de la plata del sistema no existe, y si muchos de esos pagarés que legitiman las deudas -que legitiman ese 80% de dinero ‘virtual’ con el que la gente juega- empiezan a perder seriedad, tenemos problemas. ¿Y ahora quién podrá salvarnos? El estado. El gobernador de Las Vegas -ex cowboy, hoy prestamista e inversor en acciones de la industria pesada- llama a conferencia de prensa y dice: vamos a salvar a los casinos, a pagar sus deudas y a sacarlos de la quiebra porque son claves para nuestra economía estatal. Y le aseguro a todo ciudadano de Las Vegas que podrá seguir jugando, que podrá cambiar sus fichas por dinero cuando quiera. Jueguen, sigan participando tranquilos.
A su vez, en el casino está por haber elecciones a presidente, y los trabajadores del casino (croupiers, mozos, barrenderos, mucamas, cocineros, barmans, cajeros) que son trabajadores reales, que cobran un sueldo modesto cada mes por una jornada diaria de trabajo (el norteamericano medio) odian a esos tipos ricos que sólo se dedican a especular y a hacer plata con el juego del deudor-prestamista, gato y ratón, policía malo, malandra bueno. Y no están de acuerdo en tener que pagar con sus impuestos los errores que ellos tuvieron jugando. ¿Si se emborracharon con demasiado whisky caro y se les fue la mano con el blackjack porque tenemos que pagarles nosotros la deuda? Que se mueran, si no laburan hace cuatro vidas. Entonces estamos ahí. El sistema de los casinos -la actividad que más divisas generaba para el país- entró en crisis, mostró cuán endeble era y ahora vamos a ver cómo y cuánto repercute en la economía real, en el cajero de la estación de servicio y en la secretaría cuyo único contacto con el oscuro sistema financiero es ir cada mes al banco a buscar su sueldo en un cheque. El problema, entonces, por ahora, es de la gente financiera. Por eso los que se agarran el pelo o la pelada son los brokers y no los verduleros. Problemas en serio habría si todas las secretarías y los cajeros van al mismo tiempo a buscar su cheque mensual al banco y el cheque no está. Eso sería problemas. Pero por ahora estamos acá: viendo por televisión el incendio de algunos casinos.