por Joaquín Linne
¿A quién llamas malvado? A aquel que siempre quiere dar vergüenza. ¿Qué es lo más humano para ti? Ahorrarle la vergüenza a alguien. ¿Cuál es el sello de la ansiada libertad? No avergonzarse más de sí mismo. (Nietzche).
Lo bueno de leer es cuando encontrás algo que te hace pensar. El resto es silencio, diría Shakespeare, o el resto es ruido, diría Piglia.
Haciendo mi habitual zapping blogístico, hace unas horas fui sorprendido y encandilado por la lucidez de un crítico que además es cineasta. Es decir, no es sólo un crítico (aunque sea un gran eunuco, nunca dejará de serlo). El crítico es Prividera y realizó un documental llamado M que pasó por el Bafici del 2008 con muy buenas críticas (siendo más federalista, agreguemos que ganó en el Festival de Mar del Plata el premio a mejor película latinoamericana). M es sobre su madre, desaparecida por la dictadura. Quiero verlo pero no lo vi (otra vez el problema de la distribución). Por alguna razón que desconozco, P elige publicar el mejor análisis de cine argentino (y de arte argentino) que leí en La lectora provisoria (tal vez porque, pese a su gorilismo galopante, Quintín estuvo a cargo de las mejores ediciones del Bafici, y, como alguna vez le dije con un amigo, tiene una postura mucho más progresista en cine que en literatura -donde a veces sorprende con adjetivaciones originales y frescas, pero casi siempre recae en esa mirada ultra-conservadora).
P aclara que sigue pendiente hacer una historia del cine peronista. Hago mentalmente mi top five de películas argentinas:
1) El dependiente (Favio)
2) La hora de los hornos (Solanas)
3) Esperando la carroza (Doria)
4) Picado fino (Sapir)
5) Bolivia (Caetano)
¿Qué tienen en común? El grotesco, el blanco y negro, cierto retrato sobre los sectores populares, la influencia fuerte del neorrealismo italiano y la nouvelle vague (que como explica el crítico es una consecuencia del neorrealismo), una idea de vanguardia estilística y una idea de lo popular, la potencia, la frescura, el riesgo, la honestidad y la incomodidad. Los cinco películas hablan de Argentina y son textos incómodos. El pasatismo está bueno, pero que no te agarren los de la derecha que vienen a cobrar la supuesta hipoteca de tus padres muertos mirando a Tinelli o algún nuevo estreno con una linda pendeja de apellido inglés, sueco o italiano pergeñado por una pequeña productora de los suburbios indie de Palermo o Los Ángeles.
Volvamos a Prividera, que acá habla de Favio (y gracias a Ojos abiertos por la foto).
Ese texto analiza la obra de Favio y su relación con la historia del cine argentino y con la historia argentina (forzando la síntesis, el peronismo y el antiperonismo).
Quizás sea un exceso de confianza, pero me gustaría tomarme el atrevimiento de publicar -y resaltar- un comment que Prividera escribió en respuesta a comentarios sobre su texto.
Nicolás dice:
En un reportaje publicado este domingo en Pagina12, Favio habla sobre su abortado proyecto de la vida de DiGiovanni: “Me parecio jodido hacer una película en la que el heroe era un violento que ponia caño, bomba (…) De golpe me di cuenta de que estaba por hacer un canto a la violencia misma. Me parecio que podia ser nociva”. Y prefirió hacer Moreira, dejando de lado la que seguramente (por estar en su plenitud crativa, por estar inmerso en un tiempo violento) hubiera sido su gran película. No puedo evitar ligar esto (porque Favio mereceria ser un personaje de Favio, tan ligada esta su suerte a la del peronismo) con la cita que dejó Feinmann (en su dominguera deconstrucción del peronismo) de una cita de un viejo libro de Salvador Ferla: “Desde hace tres años –tiempo que coincide sugestivamente con la muerte de su esposa- no sabe si profundizar la revolución o ponerle fin. Planteadas las cosas en terminos de violencia, que no le permite su propio juego de masas, Peron se siente desconcertado, abatido (…) El antiperonismo toma el poder mas por obra del desarme espiritual del peronismo que de una victoria militar propiamente dicha. Su adversario esgrimía un arma de la que carecía en ese momento: habia logrado crear una mística.” Si todo esto suena demasiado actual, es porque lo es. De la resolución del conflicto rural y del posterior alineamiento de los diversos sectores puede depender el diseño de la Argentina de los próximos años. Pero el cine argentino lo verá, con suerte, demasiado tarde (¿qué fue de los infames ’90s en el cine nacional?), aunque el arte siga atacando por otros medios: en el diario de hoy Horacio Gonzalez habla de “Bombita Rodríguez” (el maravilloso “Palito Ortega montonero” de Capusotto) como un ejemplo feliz de intervención cultural…
Casualidad o no, el mejor texto publicado en La lectora provisoria, el mejor humorista (Capusotto), el mejor programa de televisión argentino (el del mismo humorista), el mejor crítico (Prividera) y el mejor cineasta argentino (Favio) son peronistas. Okey, no sabemos mucho de Prividera, pero leyéndolo queda claro que tiene mucha más afinidad con el peronismo -o con lo peronista-, que el resto de los jóvenes cineastas argentinos -un campo hegemonizado por chicos de zona norte que fueron a 'la' universidad privada. Tal vez el problema no es ser o no peronista. Tal vez el problema es tener cierta sensibilidad social, cierta sensiblidad con lo popular, ciertas ganas de que las cosas -los servicios básicos y los consumos culturales, por ejemplo- sean para todos; al menos un mood de que el mundo sea más all included para todos y un touch de lucidez para saber por donde el país podría ser más inclusivo, y por donde no. Prividera -lo puedo oler a través de mi monitor- lo sabe. Tal vez el querido Q todavía no se dio cuenta.
Sería interesante pensar el análisis del nuevo cine argentino que hace Prividera para la nueva narrativa argentina. Todos los Pron y los Q, seguramente, no lo podrán hacer.