Si hubiese intentado hacer una especie de reseña sobre el libro de Natanson “La nueva izquierda” hace dos meses atrás (momento en que me había comprometido a hacerla) me habría abocado a esta tarea intentado ser lo más esquemática y exhaustiva posible acerca de las temáticas planteadas en el libro; habría procurado, también, cierta profundización de los temas así como polemizar con alguno de los análisis que realiza el autor en torno a cada uno de los gobiernos involucrados. Pero hoy no.
Mucho es lo que podemos decir y pensar a partir del libro de Natanson: la izquierda, la integración latinoamericana, el progresismo después del menemismo, arrancar con casi nada y hacer política desde ahí, la construcción de hegemonía, etc. Pero, quizás, podemos dar un pequeño paso atrás y, sin que esto excluya los otros análisis, mirar un poco el objeto, el soporte en el que circula La Nueva Izquierda. La vocación, en este punto, del libro es la de ser portador de dos características que en muchos casos suelen parecen ser contradictorias: ser un libro que busque cierta divulgación y, a su vez, ser un buen libro, un libro interesante, equilibrado, novedoso, actual y bien escrito; o, tener cierto tinte académico y ser de difusión; o, hablar de política latinoamericana y ser de actualidad.
Destaco el tema de la divulgación porque bien podría el señor Natanson ser un ejemplar más del ya tan conocido y más estricto “mundo académico”, me refiero aquí, específicamente, al mundo de las becas paralizantes, de la “torre de marfil”, de quedarse al margen de la historia para vociferar desde la comodidad de la propiedad privada qué se debería haber hecho, qué está mal, qué falta, todo lo que falta, etc, etc, etc. Comentar en blogs de culto, una de las formas degradantes y precarizadas de la derrota cultural de ciertos sectores “ilustrados” de las clases medias porteñas. Por eso digo que no me parece un detalle menor, ya que muchos estamos algo cansados de la esterilidad y la hipocresía academicista, y entonces reconozcamos que Natanson, desde el periodismo, sale un poco más, que tantos otros, a la cancha a ver qué está sucediendo con las fuerzas políticas y los gobiernos en la región.
Vuelvo a mirar el libro de Natanson y pienso en el marketing: la portada con letras llenas lucecitas, como si fuesen un cartel encendido una noche en la calle Corrientes; los presis latinoamericanos saludando paraditos en hilera, como si fuesen un equipo de fútbol que saluda a la tribuna; la frase “debate” en el lomo, imitando al logo de cierta revista de esas que a veces hojeamos aburridos, cuando nadie nos mira, en una sala de espera de un consultorio cualquiera. ¿Qué hay que hacer para acceder a la opinión pública o a esta conciencia de las “masas” que a veces parece posicionarse en detrimento de sus propios intereses? Porque más allá del diseño posmo, que seleccionaron los editores del libro, para que la palabra “izquierda” no genere urticaria (sí, hubo que disfrazarla con lucecitas de colores para que no le den al libro una patada con viaje directo al stand de los saldos, gesto que debería decirle algo a los que hablan de la muerte de las ideologías), el libro acierta con su estrategia.
Además de estas observaciones, hay algunas buenas noticias. El libro de Natanson tiene eso: es accesible para una capa más amplia de la población que la que campea fantasmagóricamente por la Universidad. Sin embargo, también quisiera resaltar una falla que tiene el libro: Natanson quiere, por un lado, dar cuenta y contextualizar la nueva izquierda marcando una ruptura en torno a la “vieja izquierda” pero, en este mismo movimiento que hace, termina, finalmente, descontextualizando a esta última. Plantea la idea de “sacarnos la mochila” del pasado heredado. Es acá donde creo que su análisis se sube a la nave de los que teorizan acerca de los ´70 poniéndose los anteojos, nunca del todo abandonados, de los ´90. Sí, está muy claro que el horizonte para la nueva izquierda es la democracia, o mayores niveles de democracia si se quiere. Pero con decir esto no alcanza. Ese es el piso para la discusión.
Si nos ponemos pragmáticos, en cambio, el libro funciona para contrarrestar los efectos mediáticos sobre nuestra derechizada clase media que tanto teme a la “amenaza setentista” de los nuevos gobiernos de la región. Lo digo como cierto efecto mínimo de compensación, si se quiere. Porque hablamos de sectores que, en nuestro país, odian a caso a tres personas, sí, dos o tres personas merecedoras de cuanta culpa exista, sobre cuanto mal ande rondando por estas tierras. Prefiero vociferar que apoyen a la pequeña hazaña de marketing micro-nacional y compren este libro a sus abuelas, pero también a las amigas de sus abuelas. Los libros están caros y, a veces, no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de Patria.