Por Juan Terranova
Sin llegar a ser antigua, la casa donde vivimos ahora es vieja y todos sus ángulos están fuera de escuadra. No hay uniones de noventa grados entre las paredes y eso hace que sea incómodo colocar cerámicas o apoyar muebles. Pero más allá de eso, es una buena casa. Una casa en la que podríamos vivir toda la vida.
Pienso en eso –no sé bien por qué– mientras leo una entrevista que le hicieron a Harold Bloom. Es una entrevista torpe, que no suma nada, nisiquiera cuando quiere ser chismosa. La hace la entrevistadora estrella de ADN, pero en sus preguntas evidencia no conocer ni siquiera superficialmente la obra de Bloom. Y eso que la vulgata sobre El canon universal, por ejemplo, o La angustia de la influencias, no sólo ya está, desperdigada, en los más conocido de Borges, sino que se aprende –y se repite– de manera recurrente, simple y simplista. Como fuere, el gordo está ahí. Se planta. Se hace querer. Le queda bien incluso la ignorancia reaccionaria cuando dice, hablando del Nobel, cosas como “a Borges no se lo dieron porque fue percibido como un hombre de derecha. Por supuesto que no lo era, fue un feroz opositor del antisemitismo, de Perón y del fascismo argentino”. (Como si no existieran los judíos de derecha y los peronistas de izquierda.) Es evidente que con el tiempo Bloom se fue transformando en un personaje más de los libros que ama. (El nieto de Leopold y la arremetedora Molly, por ejemplo.) Leer la entrevista de ADN, entonces, es como ver una repetición de Seinfield. No hay nada nuevo, es predecible, pero igual no cambiás de canal.
Pero estoy siendo injusto. El concepto de “pieza de época” no se lo conocía. Quizás mis lecturas canónicas no sean tan prolijas, después de todo. En un momento Bloom dice: “El problema es cuando ciertos libros y obras de arte se convierten en piezas de época como esta silla. Es decir, que son exaltados en un momento dado, y que están bien construidos, pero que treinta años más tarde no importarán nada. Por supuesto que Harry Potter ni siquiera es una pieza de época porque no está bien hecho, es una basura para el tacho. Pero un buen ejemplo serían los libros de los autores que han recibido la mayor parte de los últimos premios Nobel y los premios literarios en general”.
La verdad es que no veo que ahí allá un problema. Pero claro, Bloom se refiere a ese momento cotidiano, alimentado por los equívocos de la pereza y las contratapas, donde se confunde la “pieza de época” con la genialidad. Supongo, aunque quizás me equivoque, que Hemingway no representa mucho para Bloom. Ya habló en contra de Stephen King, el otro escritor peronista de los Estados Unidos, en más de una ocasión, o al menos lo hizo cuando le dieron un premio, no hace mucho. En todo caso, no me molestaría ser una pieza de época. Un tipo que hizo su trabajo y después cerró la puerta y se fue. El Nobel no me lo van a dar, pero se puede ser una pieza de época a nivel local sin recibir ningún premio. Supongo que alcanza con escribir y publicar un par de libros sólidos donde tus lectores se puedan sentar un rato a descansar.
Sin llegar a ser antigua, la casa donde vivimos ahora es vieja y todos sus ángulos están fuera de escuadra. No hay uniones de noventa grados entre las paredes y eso hace que sea incómodo colocar cerámicas o apoyar muebles. Pero más allá de eso, es una buena casa. Una casa en la que podríamos vivir toda la vida.
Pienso en eso –no sé bien por qué– mientras leo una entrevista que le hicieron a Harold Bloom. Es una entrevista torpe, que no suma nada, nisiquiera cuando quiere ser chismosa. La hace la entrevistadora estrella de ADN, pero en sus preguntas evidencia no conocer ni siquiera superficialmente la obra de Bloom. Y eso que la vulgata sobre El canon universal, por ejemplo, o La angustia de la influencias, no sólo ya está, desperdigada, en los más conocido de Borges, sino que se aprende –y se repite– de manera recurrente, simple y simplista. Como fuere, el gordo está ahí. Se planta. Se hace querer. Le queda bien incluso la ignorancia reaccionaria cuando dice, hablando del Nobel, cosas como “a Borges no se lo dieron porque fue percibido como un hombre de derecha. Por supuesto que no lo era, fue un feroz opositor del antisemitismo, de Perón y del fascismo argentino”. (Como si no existieran los judíos de derecha y los peronistas de izquierda.) Es evidente que con el tiempo Bloom se fue transformando en un personaje más de los libros que ama. (El nieto de Leopold y la arremetedora Molly, por ejemplo.) Leer la entrevista de ADN, entonces, es como ver una repetición de Seinfield. No hay nada nuevo, es predecible, pero igual no cambiás de canal.
Pero estoy siendo injusto. El concepto de “pieza de época” no se lo conocía. Quizás mis lecturas canónicas no sean tan prolijas, después de todo. En un momento Bloom dice: “El problema es cuando ciertos libros y obras de arte se convierten en piezas de época como esta silla. Es decir, que son exaltados en un momento dado, y que están bien construidos, pero que treinta años más tarde no importarán nada. Por supuesto que Harry Potter ni siquiera es una pieza de época porque no está bien hecho, es una basura para el tacho. Pero un buen ejemplo serían los libros de los autores que han recibido la mayor parte de los últimos premios Nobel y los premios literarios en general”.
La verdad es que no veo que ahí allá un problema. Pero claro, Bloom se refiere a ese momento cotidiano, alimentado por los equívocos de la pereza y las contratapas, donde se confunde la “pieza de época” con la genialidad. Supongo, aunque quizás me equivoque, que Hemingway no representa mucho para Bloom. Ya habló en contra de Stephen King, el otro escritor peronista de los Estados Unidos, en más de una ocasión, o al menos lo hizo cuando le dieron un premio, no hace mucho. En todo caso, no me molestaría ser una pieza de época. Un tipo que hizo su trabajo y después cerró la puerta y se fue. El Nobel no me lo van a dar, pero se puede ser una pieza de época a nivel local sin recibir ningún premio. Supongo que alcanza con escribir y publicar un par de libros sólidos donde tus lectores se puedan sentar un rato a descansar.