por Diego Vecino
El kirchnerismo es el hecho político más relevante desde el 2001 y lo será, sin lugar a dudas, hasta el 25 de mayo de 2010, fecha en que este blog se destruirá, mutará en partido político o seguirá tal cual ahora, y probablemente más allá de esa fecha, hasta completar cualitativamente la década. El kirchnerismo es, además, un fenómeno complejo, contradictorio, en tensión; que muchos se esfuerzan en aplanar, en presentar contundente y acabado, acaso por los meros efectos del cinismo o la adolescencia. Estas complejidades y turgencias, en realidad, se expresan de muchas maneras pero no deben ser confundidas con los meros disensos internos y las rupturas políticas –Eduardo Duhalde, Roberto Lavagna, Julio Cobos o Felipe Solá–, y sí, en cambio, en esa otra dimensión mucho más esquiva, constituida por los desplazamientos sutiles en las formas narrativas de construcción de su propia identidad, no tanto como partido político, sino como proceso socio-cultural general. “Nuestra situación global –afirma Slavoj Zizek en su último artículo en Ñ- no sólo es una dura realidad, sino que también está definida por sus contornos ideológicos, por lo que tiene de visible e invisible, de expresable y de inexpresable”. El kirchnerismo es algo más que todos sus términos: es la introducción en el discurso público de nuevas posiciones de enunciación y de nuevos temas de discusión. Es allí donde el kirchnerismo oscila entre dos extremos, dos posibilidades narrativas, diferenciales y no siempre antagónicas (aunque sí a veces). Cada una de estas posiciones permite leer una serie. Por dar tan sólo un ejemplo de cada una; de un lado Luis D’Elía y del otro Alberto Fernández. El primero, coqueteando con la silenciosa ruptura en su última Carta Abierta; el segundo ya por fuera, pero adentro, declarándose “ultra-kirchnerista” según las circunstancias y eventualmente restableciendo el diálogo. Ambos marcando debilidades y fortalezas diferenciales en el proceso político que es, aunque a esta altura eso sea difícil de asegurar, el mismo.
En 2005, la banda Custom 71 lanzó un video notable: “Metalero, cristiano y peronista”. Entre otras cosas dice: “Soy metalero, cristiano y peronista/ revisionista de la historia oficial./ Sigo la línea/ de San Martín, Rosas, Perón./ Soy argentino, patriota y luchador”. Para ubicarla dentro de las fronteras de posibilidad del kirchnerismo sólo nos hace falta hacer un repaso por la historia de la banda, tal como la cuenta su cantante, Julio Carricondo, en una entrevista a la revista Sangre Joven, de la Juventud Nacional-Socialista Argentina. Formada en la segunda mitad de los ’90, en el ’97 Custom 71 era una banda de hard-rock, “setentosa”, que componía a través de Led Zeppelin. Nunca terminaron de funcionar. “En el año 2001 yo vine a vivir a Buenos Aires y empezamos a rearmar la banda acá, haciendo un cambio, haciendo la música más pesada. Nuestra principal influencia fue Black Sabbath, V8 y Hermética”. Ahí empezaron su carrera: en el 2003 fueron soportes de Almafuerte, en el 2004 de Paul Di’Anno. “Pasamos de típico rock pesado de los ’70 al metal”
La entrevista es muy buena: “¿Cuál es tu visión sobre el gobierno?” –preguntan. Los fachos son completamente anti-kirchneristas, fundamentalmente por la política oficial de derechos humanos y la retórica setentista, pero también por el afán telúrico que los alineó al campo y porque, va de suyo, el kirchnerismo es genuinamente progresista. En todo momento tratan de pulsarlo hacia su posición. Carricondo resiste, en su ingenuidad: “Yo tengo una visión particular con respecto al gobierno de Kirchner. Creo que es el mejor gobierno de la democracia. Actualmente Custom 71 está en una etapa especial. Es como que estamos a las puertas de hacer algo más grande. No sé cuán grande, eso lo dirá el futuro (sic!). Kirchner creo que hizo cosas buenas, como por ejemplo haber reestatizado los trenes, pero tiene algo que a mí no me gusta, que es tratar de disolver las fuerzas políticas existentes (sic). También le falta terminar de jugarse”
Las condiciones de posibilidad de “Metalero, cristiano y peronista” están dadas por los mecanismos de enunciación del kirchnerismo desde abajo: el rejuvenicimiento de la retórica nacional-popular, que otorga claves muy ricas de lectura. El detalle es que la izquierda enunciativa no siempre canaliza contenidos ideológicos genuinamente de izquierda; y en definitiva eso es lo que aleja a Carricondo de otras formaciones del kirchnerismo populista –aunque relativamente, porque si el kirchnerismo tolera Custom 71, es por definición incompatible con la JNSA. Sin embargo, la habilitación de este tipo de discuros (otro tema de la banda se llama “Afeminada modernidad”) evidencia la ampliación del campo de batalla que el kirchnerismo produjo como causa y consecuencia de su propia existencia –y ese es su gran logro político–. Como afirma Zizek: “Las palabras nunca son ‘sólo palabras’, sino que tienen peso, definen los límites de lo que podemos hacer”.
Por arriba, del otro lado, Custom 71 tiene su espejo inverso: el facebook peronista, que con una retórica institucionalista y elegante diseño, politiza tecnologías restrictivas para movilizar contenidos progresistas. Pero sin intención de aportar más enrosque culturalista, lo dejamos para el siguiente post.