A propósito de la derrota

por Kayá



Miro la tele, me encuentro perdido, confuso, sorprendido, me pregunto y parezco un tonto. ¿Cómo es que ganó este tipo? La cabeza se seca, quedo con los ojos redondos, mirando la fiestita PRO. Las banderas amarillas que se agitan en el bunker desconciertan, el amarillo es un color que cuesta relacionar con algún tipo de ideal, busco en el tumulto alguna banderita celeste y blanca que me sugiera cierta localía pero nada, sólo amarillo disaign. El signo play lo ubico naturalmente en otro orden de cosas, nada tiene que ver con la tradicional simbología del quehacer político.

Desorientado busco alguna consigna que me ubique pero no. Finalmente el sonido de una batería eléctrica, “música joven”, envolviendo el ambiente me aleja definitivamente del usual teatro político. En resumen no me es posible encontrar en el repertorio de imágenes que pueblan nuestro imaginario político una como esta. Parece una imagen prefabricada en una consola de video juegos, ahora que lo pienso, se parece bastante a la hinchada del Sega team, un combinado de futbolistas casi robóticos, sin nombres ni patria que solía elegir en los fichines cuando el de al lado jugaba con el poderoso Brasil de Romario y Bebeto.

Tan distante es la imagen que ofrece el bunker de “los que ganaron” de la realidad del Gran Buenos Aires que todavía me cuesta comprender cómo lograron Macri y De Narváez penetrar en muchos de los hogares más pobres del país. Son imágenes tan irreconciliables, pareciera no haber vínculo posible entre el mundo de un laburante que vive en J.C. Paz con el mundo montado en el centro de comando PRO.

Resulta difícil entender cómo en tan poco tiempo este espacio político afín a los gimnasios y a los bares in, que funcionaron a modo de neos comités o neos unidades básicas, haya logrado trascender los límites de la Capital Federal a los cuales parecía fatídicamente circunscripto. Desde hoy ya estarán trabajando en el armado nacional. Cómo llegar a la Argentina profunda, a Santiago Del Estero, al Chaco, etc. No les resultará tan fácil vender la marca PRO en el Interior, tendrán que articularse a antiguos aparatos provinciales, seguramente llegará el tiempo del PRO Peronismo.

Aún cuando el PRO funge como la expresión institucional más acabada de la trasformación subjetiva perpetrada exitosamente en los años noventa creo que la suerte no está echada por cubiletes hegelianos. No tendríamos que dejarnos cautivar por el estridente espectáculo del pasado domingo pensando que se trata de un espacio político ya del todo consolidado que viene a encarnar el espíritu de la mayoría de los conciudadanos. Es cierto que la sociedad argentina ha hablado, sólo que no sabemos bien qué es lo que dijo. No me apresuraría a decretar tan rápidamente la muerte de un estilo tradicional de hacer política y el nacimiento de otro, la política puesta definitivamente al servicio de la metodología de mercado, etc. Acaso Cobos o Reutemann no pertenecerían a ese “viejo estilo” y son tan o más presidenciables que “Mauricio”. No estoy tan de acuerdo en que haya que quemar el manualcito de política con el que nos venimos moviendo una vez consumada la victoria de los dos empresarios multimillonarios.

Así también sería una idiotez pensar que fue por sobre todas las cosas la novedosa campaña introducida por el PRO la que explique lo sucedido. No deberíamos sacarnos de encima de un plumazo el problema diciendo simplemente que ganó una formula raquítica de ideas hecha a base de spots publicitarios proyectados a toda hora y en todo lugar o que quedó demostrado con esta elección que la política se juega de ahora en más en el estudio de Tinelli. Sin dudas los medios de comunicación jugaron decisivamente a favor del “Colorado” y en contra de “Nestor” pero hay que desmitificar también un poco todo ese gran detrás de escena que nos imaginamos compuesto por gurúes y expertos que entienden cada reacción de la sociedad y la manipulan vendiendo la propuesta con la misma efectividad que puede venderse un jabón en polvo. ¿Nos sirve de algo pensar a Tinelli y a De Narváez como los orquestadores de la gran farsa nacional o por el contrario lleva nuestro análisis al mismo nivel del que intentamos salir?

Lo peor que podemos hacer es magnificar la victoria del estilo PRO, rendirnos a sus pies, recluirnos nuevamente en el más terrible escepticismo como así también sería un grueso error minimizar la derrota K y continuar avanzando por senderos mal trazados. Más allá de la simpatía que me generan los K y de las muy buenas intenciones que les reconozco, han fracasado en muchas de las formas de llevar a cabo sus ideas. Sí, es cierto, es fácil decirlo hoy. Luego de unos primeros años inéditos en el que en efecto tuvieron arremetidas políticas que modificaron de alguna manera el tablero social, en algún momento, por distintas causas que no detallaremos aquí, fueron estableciendo las condiciones para que una derecha totalmente dispersa lograse articularse consiguiendo votos de los más variados sectores sociales, cosa que en los albores del segunda gobierno K parecía más que difícil. Ellos mismos se engañaron acerca del verdadero impacto social de muchas de sus medidas. A su vez se tornó imposible la voluntad de transformar ciertas estructuras sociales injustas desde arriba, desde el puro gesto político. No han podido alcanzar una identificación directa con los sectores más humildes.

A pesar de haber estado muchos años en el gobierno y con recursos más que interesantes, no han trasformado de raíz su ignominiosa realidad, lo que hubiese significado, sin lugar a dudas, un apoyo incondicional por parte de estos para llevar a cabo cambios impostergables que realmente creo que estaban en los planes del gobierno. Nunca se barajó con seriedad trabajar en el armado de verdaderos canales de participación comunitaria y la organización política de los sectores populares nunca fue estimulada. Un error fatal que quedó al descubierto en las horas más trágicas del gobierno cuando este no encontró sectores definidos que saliesen en su apoyo. Se convocó a los “trabajadores” como si se tratase de una actor político ya constituido cuando de lo que se trataba era justamente de componer a los de abajo, luego de la gran fragmentación, primero que todo en un actor social.

Pareciera no ser el momento más oportuno para afinar las críticas, sobre todo cuando uno ve a los Longobardi, los Noble, los Biolcatti y los Roca regodeándose. Sin embargo creo que es menester dar cuenta de los enormes errores cometidos para así comenzar a participar, no sé bien cómo, en el armado de una seductora alternativa que haga frente a la derecha, que desde hace tiempo sabemos que Scioli no es. Replegarse significaría quedar a merced de los canallas, sería la peor de las traiciones de un gobierno que no dejo de mirar con cariño.