La metáfora Charly

Por Kayá


Me encontraba hace unas semanas sentado en un bar por Congreso, la tele como siempre prendida en el canal de noticias. ¿Tanto amamos los de por aquí las noticias? ¿Por qué están siempre ahí de fondo, en cualquier situación? ¿No será que siempre estamos ante la expectativa de que suceda algo realmente importante, no seremos amantes del desorden, no deseamos muy en el fondo que todo se vaya al carajo, que se desmadre? El graf de TN decía: VOLVIO CHARLY. No se referían al patilludo sino a García. Ahí estaba él, con la mirada perdida en mundos arrasados, con los cachetes inflados de espinaca sinsabor y con los bigotes descoloridos, sin su polvo mágico.

A punto de pedir un café con leche con medialunas y acomodarme a ver el recital me asalta un recuerdo aterrador de La naranja mecánica, la película de Kubrick: el tipo ahí, los ojos abiertos por pinzas, consternado, atado de pies y manos, consumiendo imágenes intolerables con la música de Beethoven que tanto amaba, lo sublime vuelto repulsión física; pérdida irreparable producida en el cuartito del terror, y en un movimiento veloz (a lo Clark Kent) me pongo el capin de hermeneuta y con mi espada jedi intento reconvertir los signos planos, venenosos, indigeribles que me lanza la T.V por la cabeza en signos cargados de viscosidad social. No es una afición a interpretar todo lo que se me ponga en el camino pero la tele, por momentos, se parece a un juego Arcade donde martillos Tomahock lanzados por un grandote invencible amenazan con dejar pajaritos sobre nuestras cabezas.

Siempre pensé a Charly como el idolillo donde la sociedad argentina se podía ver reflejada, a su carrera -sobretodo los sobresaltos y desventuras- obedeciendo a los ciclos que recorrió el país. Charly como tipo ideal, figura especular que devuelve el rostro deformado del país, caricatura que estiliza algo de lo real que a simple vista nos resistimos a percibir. Historicemos mal y pronto, según lo que sugiere nuestra memoria emotiva, a Charly:

En los 70’s forma Sui Generis, él y Nito saca el LP Vida, un disco hippie con momentos positivos y otros más existenciales. La banda se disuelve en el 75 justo antes de que las “botas locas”, con sus pisadas, abran el silencio. Ya nunca más va a ser posible titular “Vida” a un disco en la Argentina.

Llegan los 80’s y ahí está él con la super poderosa banda Serú Giran (junto a Moro, Aznar y Lebón), acaso es posible volver del silencio con un sonido light. Luego de la represión, el desenfado y la cocaína, los raros peinados nuevos. Finalmente la década perdida encuentra su mejor imágen en Demoliendo hoteles.

Los 90’s ya están en la mitad de su rodaje y vemos a un Charly muy cambiado, con su pelo rubio oxigenado, de traje, en MTV, queriendo su casa blanca. Luego viene una seguidilla de álbums que hablan por sí solos: 97 Say no more, 98 El aguante, 99 Demasiado ego. El cuerpo pintado con aerosol, los dientes desechos, los dedos como de un muerto vivo haciendo fuck you, gritando say no more, este es el aguante, lenguaje lacónico para resumir una década. Brazalete rojo en el brazo con su propio logo para fantasear con su propio reino, narcótico ingenio para representar el menemato. Todo se vuelve ya explícito con el disco “Charly and Charly en la rosada”.

El 2000 lo agarra ya del todo hecho mierda y bueno, no es para menos, habían pasado tres décadas heavys como para no terminar consumido. Un canto de cisne (Influencia) y luego Rock and roll yo (los 90’s nunca se fueron, el Yo domina).

Y ahora 2009, ahí lo tenemos, en la pantalla, gordo, junto a la basílica en Luján, acompañado por Palito Ortega, cantando el himno, su propia versión. Esperemos que ese himno descolorido entonado por un Charly enajenado no sea la imagen que adelante lo nuevo. Ojala que el genio empastillado no encarne una vez más lo que sólo los poetas pueden encarnar: la imagen del porvenir. Ese himno sonaba vacío, era escalofriante, desesperanzandor. Un sonido zombie de a quien le han lavado la cabeza a fuerza de pastis conquistó el bar en el que estaba.

Tiempos para estar alerta los que corren. Imagen aterradora nos regala la TV: Los dinosaurios no han desaparecido, por el contrario acechan, las cotorras han conquistado la pantalla (Susana, Moria) y se arrogan unanimidad. Mientras tanto, Charly, empastillado, duerme bajo la influencia de las canciones de cuna que a Palito tanto le gusta tocar.