Una vuelta de tuerca

Por Hernán Vanoli


Nacida en 1961, A.M. Homes es, quizás, una de las mejores escritoras norteamericanas de su generación. Para muchos heredera directa de John Cheever, aunque quizás dueña de una ironía más perversa, su obra se concentra casi obsesivamente en actualizar ese realismo donde las contradicciones políticas, los ensueños malogrados y la confortable alienación desangran a los silenciosos estratos medios norteamericanos. Ese proyecto tomaba un brillo especial en los notables Cosas que debes saber (cuentos), Música para corazones incendiados (novela) y Los Ángeles (retrato urbano); mientras que parecía desinflarse en el optimismo pre-obamista y pre-crisis de su última novela, Este libro te salvará la vida.

Por eso, la publicación de su autobiografía novelada, La hija de la amante, brinda una saludable vuelta de tuerca. Apenas nació, Homes fue adoptada por una familia progresista del estado de Washington, y aproximadamente a los treinta años de edad, siendo ya una escritora de cierto renombre, se entera de que su nacimiento fue fruto de una relación clandestina entre un empresario casado y su empleada adolescente. Tras saltar el cerco protector de su familia adoptiva, sus investigaciones sobre ese transplante la llevan a enfrentarse con dos caras de la sociedad norteamericana que son lo opuesto a su estilo de vida, sus creencias y sus valores. Esas dos caras, obviamente, encarnan en su padre y su madre biológicos: él, católico, conservador, altamente hipócrita y con pretensiones aristocráticas; ella hipster, judía, adicta a los fármacos y estafadora de poca monta. Lo que se narra, casi sin querer y además de la búsqueda de la autora, son las fricciones entre esas dos sensibilidades y el ala de artistas neoyorkinos, políticamente correctos y muchas veces inescrupulosos entre los que se inscribe la misma Homes.

La hija de la amante tiene entonces el doble mérito de superar la lectura blanda que se hace desde las literaturas del yo y de la escenificación de los dilemas identitarios por medio de una fuerte apuesta hacia la ficción política, y de ser, además, una conmovedora novela de autoayuda con un trasfondo que no olvida los conflictos sociales y de género. Y es, también, el anverso exacto de Flores Rotas, la película de Jim Jarmusch –hagamos memoria: Bill Murray buscando a su hijo y encontrando a los diferentes estereotipos de mujeres norteamericanas-. Pero, hay que decirlo, con bastante más contenido.
Publicado en la Sección Culturas del Diario Crítica de la Argentina, 18/4/2009.