Hacerse cargo de lo político

por Diego Vecino

Vi esta foto en centros culturales en Parque Patricios y en la unidad básica de Guardia Vieja y Medrano. El 19 y 20 de Diciembre ha llegado a la tapa de una antología, sospechadas hasta ahora de lo más ignominioso: trivialidad, inconsistencia, romanticismo, orfandad. Los días que vivimos en peligro (Emecé, 2009) es lo contrario: la antología que viene a redimir a esa generación de los prejuicios livianos que supo conseguir su star-system. Santiago Llach y Juan Diego Incardona –sus compiladores– ejecutan un gran trabajo de selección, montaje y justificación. Hay detrás de este volumen la innegable voluntad de poner por primera vez el formato “antología” al servicio de una reflexión que identificamos “política” de manera rotunda, aunque sea más bien intuitivamente. El libro consiste en dieciséis autores sin adscripción ni pertenencia generacional común, cuyos años de nacimiento obedecen al arco que va desde el Golpe del ’55 a los años de la apertura democrática, que narran dieciséis hechos clave de la historia argentina reciente. Desde Malvinas hasta el conflicto “campo-gobierno”, el atentado de la AMIA, el asesinato de los piqueteros Kosteki y Santillán en Puente Pueyrredón y el doping positivo de Diego en el mundial ’90.

El leitmotiv del volumen es una solución de continuidad que emparenta las experiencias políticas entre la post-dictadura y el kirchnerismo a través de la catástrofe y la lógica de subsistencia de nuestra sociedad periférica y tercermundista. La trampa donde caen las buenas intenciones es, sin embargo, la siguiente: no existe ningún criterio de unificación ni ideológica ni afectiva que transforme al libro en una reflexión en algún sentido orgánica. Así, como toda antología, es despareja y fragmentaria. Y así, en lugar de ser un objeto de reflexión política, sigue teniendo vocación de literatura. No es necesariamente un defecto, pero sí un límite. Esa irregularidad habilita la convivencia de textos excelentes que hacen una lectura muy sofisticada de la serie social (como los dos que cierran el libro, Sol Prieto y Esteban Schmidt) con otros que funcionan en los límites de la reproducción automática de discursos heredados, el moralismo, el cinismo o la falta de ideas (Elsa Drucaroff o Carlos Martín Eguía).

Pero fundamentalmente hay ejercicios originales e interesantes. Iglesias Illia corre al libro por derecha y ejecuta narrativamente los dispositivos culturales del consenso hegemónico: transforma una tragedia colectiva en una trayectoria individual y bizarra. Ramos hace lo contrario: carga de densidad social una biografía compleja y esquiva. Oyola opera un atractivo populismo de masas, no menos alucinado. Sánchez compone algo pretencioso y con mucha sensibilidad antropológica. Plotkin hace magia y nos lega un gran relato. En fin, Los días…es una gran antología, impulsada por una muy respetable voluntad de hacerse cargo del relato político de la Argentina de los años recientes, lejos del miserabilismo. Y lo logra casi siempre.

publicado en la sección Culturas del diario Crítica, 25/04/09