Georg Lukács que no es George Lucas

Por Patricio Erb



A partir del diario de lecturas diecisiete publicado el lunes en en este blog, Georg Lukács (que no es George Lucas, de ninguna manera) será el villano de este post. Nunca pude entender cómo después de que Marx cajoneara para siempre sus vínculos con Hegel (La Ideología Alemana –1845-, publicada casi 100 años después, fundó una nueva problemática: la de la vida), Lukács trajera a cuenta el problema de la falsa conciencia. Uno se pregunta: qué necesidad tenía Lukács de recuperar un materialismo contemplativo que se volvía a alejar de las relaciones sociales entre los hombres que, en definitiva, son los que generan las representaciones (imaginarias) de la conciencia. Especulo desfachatadamente con que el problema del filósofo húngaro fue no darse cuenta de que la falsa conciencia, la ilusión ideológica, en realidad operaba en el barro de la historia, en la política cotidiana: en criarse en una familia, en ir a la escuela, en ir al médico, en levantarse una mina, en hacerse un churrasco a la plancha, en tomarse un bondi, en putear a un tachero, en ir al café, en emborracharse, en pegarse un tiro.

El villano de Lukács (PC hasta la manija) necesitaba encontrar la manera de "estabilizar" la Revolución de Octubre. La toma del poder era un hecho, ahora faltaba su institucionalización. La importancia de que el proletariado tuviera conciencia de clase era fundamental ("cómo un obrero lleva a sus hijos a comer a Mc Donalds", se preguntaría hoy Lukács). Sin embargo el predicado (o creencia, agrego yo) feuerbachiano sobre el sujeto no es de colocación racionalista. Rusia necesitaba a un italiano para que explicara cómo era negociar en un territorio dividido en mil y una monarquías y una burguesía en ascenso. Antonio Gramsci y su concepto de Hegemonía era el indicado. El Tano conocía muy bien el temita de la rosca y cómo hacer creer que el interés de uno pareciera que es el que nos conviene a todos. Su idea de "consenso" era chamuyo (¿ustedes se imaginan a los popes petroleros preguntándoles a los deliverys de pizza si están de acuerdo con las condiciones de producción capitalistas?). Su idea de "consenso" era la capacidad de un actor de captar el sentir de los negros sudorosos y sumarlos a la causa por su propia voluntad. Gramsci era el tipo que le faltó a la revolución rusa (liberada del zarismo, acordémonos): aquel que sabía que la construcción de un bloque histórico se hacía con dirección y ¡consentimiento! Pero eso sí, de ninguna manera leyéndoles El Manifiesto.