Diario de lecturas (Dieciséis)

Por Juan Terranova

Dilema de los tardo-vanguardistas, esos que se hicieron con las hilachas de la dictadura, masterizadas en el ácido universo alfonsinista de los 80: oponerse y conservar al mismo tiempo. De allí la negación del blog y las nuevas tecnologías. César Aira debería tener un blog. Pero no, no puede. Es un viejo vanguardista. Su vida ya está horneada en el calor de su genialidad. Resulta querible en su rigidez, pero si se lo lee como “la novedad” o “la renovación” el equívoco se come todo. Por otra parte, esa dictadura del delirio aburre, sus límites son muy precisos. ¿Nació como reacción a la doctrina del realismo? Bueno, si es así, habría que ir pensando en otra cosa.

El poder de la negatividad, por ejemplo. Ahí hay un tema. Y no me refiero solamente a la negatividad, sino a su potencia, a su rédito, a su ascendiente sobre las cosas, las lecturas y las personas. Hace ya unos años: un amigo me dice que a mi novela El pornógrafo le faltaba "fuerza negativa". La frase me tocó. Es real. La entropía, la erosión, la marea de odio. Donde faltan hay un agujero. Por eso, no extraña que los cínicos después hablen de la bondad. La pornografía, por su parte, y es mi defensa, aparece como algo doméstico frente a esa lista.
En todo caso, que rápido se llega al miserabilismo, a una visión irreal y binaria del mundo. Miserbailismo y negatividad como partes iguales del deseo y lo indeseable. Y cómo entró la miseria maniquea al mundo de los libros durante este año estrangulado del 2008. No voy a hacer nombres pero todo parecía girar “para abajo”. Aunque estoy exagerando, por supuesto. Hace poco escribí en el blog: “La vulgaridad ya no es tan interesante como hace cinco años”. Y no lo es. Ahí me planto.

Leo El Asco de Horacio Castellanos Moya. Es un libro interesante por sus opciones pero me desagrado su facilismo, su homogeneidad. La construcción del Amo Negativo mandando cada detalle, cada coma, cada exabrupto. La escritura es fresca, pero predecible, y se termina apelmazando. Casi se vuelve un ejercicio de taller. Consigna: “Escriba en contra. Punto ”. No hay particularidades. Todo es malo, pero si todo es malo, nada lo es. El Asco te cura de la negatividad porque no está a la altura vital de la queja, de los matices torpes del resentimiento. En ese sentido es una libro menor, de esa menoridad sin lustre, opaca, graciosa, pero completamente prescindible.