Te prefiero natural

por Diego Vecino

A partir del 2001 el tango tuvo un auge, que consistió primero: en su revalorización como género identitario y como vehículo a través del cual contar historias propias; y, segundo: en la aparición de una bochornosa cantidad de orquestas, tríos, duos, compositores, discos y tinta. Ese universo es bien caótico y repleto de nódulos, de genialidades y de momentos intrascendentes; y pendula entre el chetaje, la honestidad, la prolijidad, el forexpor, la innovación y una muy trivial voluntad por innovar. “El arte es una especie de sismógrafo que registra las menores variaciones del estado de reposo espiritual predominante”, dice Levin Schücking. El arte, y aún más los intentos fallidos por producirlo. De más está, ya a esta altura, conectar el resurgimiento del tango con la vuelta de las narraciones sobre lo nacional al nivel del zeitgeist. Si ya lo intentamos con altapendeja.com, imagino que esto será tanto más aceptable.

No se cual de los tres me responde el mail, pero me pone: “El tango fue, es y será el tango, como el fulbo es el fulbo, y así muchas cosas más. Se lo puede manipular de distintas maneras pero llega un punto donde ya deja de ser tango y pasa a ser algo que ‘suena a tango’, y de ahí todas las conjeturas que trae eso. Nuestra Orquesta es tango que ‘suena a tango’”. Así de imprecisa y contundente es la narración que propone Dema y su Orquesta Petitera , una de las grandes cosas que nos deparó la vida en estos últimos tiempos. Su disco, Volumen 1, es apenas un poco menos genial que sus presentaciones en vivo: no un derroche de tango, sino una perfecta economía del gesto que lejos de ser una parodia del reventado interprete más o menos arquetípico de bolichón periférico –como a veces se lo ha interpretado- es su más genuina recreación en clave contemporánea.

“Nacida en el barrio de Mataderos donde paso su infancia, luego paso una adolescencia diríamos traumática por distintos lugares, y hoy se encuentra en una etapa más madura, donde se valora mucho la experiencia adquirida en las etapas anteriores, pero eso no quita que se sigan cometiendo errores que a esta altura no se tendrían que cometer, por eso siempre y bajo conocimiento de causa pone en alza la frase: mas que una Orquesta, un sentimiento”, me cuentan la historia en el mail. La Petitera tiene una virtud fundamental, la de recoger la herencia oscura del tango.

La modesta orquestación encuentra una definitiva potencia sentimental en la interpretación y la composición (la famosa fórmula del punk), las letras se ubican en los intersticios de la narración popular y la voz desafinada y noctámbula de Dema son, básicamente, la receta de cocina que hace de la Orquesta la cristalización de un imaginario cultural típicamente conurbano, que siempre fue en el género (pero lo es aún más hoy) una reivindicación romántica antes que una realidad contante: el arrabal y los baños públicos. O, como canta la apología: “Tango, sos como una tira/ de prepotencia y de mal/ sos lágrima y delantal/ sos velorio y cocaína”

En este sentido, el famoso “tango reo” o “carcelario”, el mismísimo lunfardo de los tangos clásicos interpretados hoy por las muy buenas orquestas de la “escena”, encierran la trampa de su prolija ejecución, de su reproducción técnica. Dema y su Orquesta Petitera, en cambio, se encuentran en las antípodas de esa vindicación del crimen signada por lo emotivo. La tradición que recogen y expresan no es la reproducción de ese bajofondo, sino que es ese bajofondo: la del tango no-grabado, el tango que nunca llegó a los discos, el tango tocado en las reuniones o en los asados por uno cualquiera. El efecto es de notable felicidad, como cuando uno escucha por primera vez una frase hecha, ingeniosa, que integra al propio vocabulario, pero sin el nocivo efecto de repetición perpetua que les depara un destino de aburrimiento o convencionalidad: “las mujeres son mujeres/ eso que te quede claro/ cuando te venden el bobo/ es porque pagas al contado./ Este problema/ no tiene solución:/ las mujeres son mujeres,/ y boludo es el varón”; o como cuando se tararea una canción todo el día sin terminar de encontrarle el cifrado correcto, pero sin el infeliz momento en que llegás a tu casa, buscás el disco, la ponés y te das cuenta que no era tan buena o que no te llenaba el espíritu tanto como habías pensado: “Enfila pa la vereda/ antes de que te la dé (tranquilo maestro)/ busca otro logi que te saque/ como yo del cabaret./ Muchachos, terminemos con el mito/ por favor, no seamos tan boludos:/ que los gatos son todos fieles/ ¿y a mi quién me hizo cornudo?”.

Quizás por eso, la Petitera se resiste a mi lectura: “No se a qué se refiere con lo del tango post 2001. La Orquesta no se considera ni la primera ni la última de lo anteriormente referido”, como si hubiesen leído ya estas líneas. “Es imposible pararse en el imaginario de la Orquesta, el equilibrio no es algo desarrollado por ella. Por eso no es en vano volver a repetir una y mil veces que La Petitera más que una Orquesta, un sentimiento