¿Pobre Gobierno? Pobre oposición

Por Patricio Erb

En un sistema democrático presidencialista como el argentino, los focos, casi siempre, están dirigidos al Poder Ejecutivo. No significa que el Congreso o la Justicia no sean integrantes del medio ambiente del Estado moderno, sin embargo su rol es fundamentalmente reactivo. En este contexto es que se ubican los ¿partidos? opositores al oficialismo. Faltos de voluntad de poder, de potencia propia, los dirigentes contrarios al Gobierno se posicionan cómodamente como meros espectadores de la realidad política que, en definitiva, abarca la problemática de la sociedad toda.

De derecha o de izquierda, las agrupaciones opositoras al peronismo (de derecha o de izquierda) esperan sentadas en la platea bajo el paraguas de la calculabilidad burguesa; aunque son definidos como dirigentes políticos, la aptitud de queja de la oposición los iguala a Doña Rosa, mujer que, en todo caso, sí esta justificada a preocuparse por the fashion´s news:
“inseguridad”,
“riesgo-país”,
“retenciones”,
“dólar”,
“estatizaciones”.
Pero los que reclaman “más institucionalidad” contra el “populismo demagógico” no pueden sólo lamentarse por la “hegemonía” del oficialismo.

Esa pasividad es la que luego los paralizada en el poder, si es que alguna vez se encuentran con él. Es que discursivamente la presente oposición anti-peronista observa en el poder apenas un sustantivo, cuando en realidad allí también se encuentra la potencia del verbo. El decisionismo de gobernar implica acción, entrar a jugar, no quedarse mirándolo desde afuera. La contemplación moralista se queda en un idealismo que finalmente jamás participa de la historia; el barro al algunos eligen ingresar sin temor a enchastrarse, mientras que otros prefieren mantener sus trajes (falsamente) limpios.