Mujeres de Dios: "la pregunta de cómo contarlo cada vez que me sentaba a escribir"


Sudamericana acaba de editar Mujeres de Dios. Cómo viven hoy las monjas y religiosas en la Argentina de Sonia Budassi.

¿Cómo viviste el proceso de escritura del libro?

Fue un trabajo raro y estimulante, el inestable y claroscuro camino de OZ entre lo terrenal y lo sacro, los conventos, internet y las villas. Por un lado inquietud, incomodidad con el tema, prejuicios y algunos temores (¿quién no vió una película de terror con una monja malvada, o escuchó historias oscuras nacidas en colegios religiosos o que la Madre Teresa, una monja, es casi una Santa?).
La sensación, mientras hacía algunas entrevistas, de no comprender del todo lo que escuchaba, y luego la pregunta de cómo contarlo cada vez que me sentaba a escribir. Por momentos sentí –el borde de la paranoia- que el trabajo era casi detectivesco, y que había que contarlo como una sucesión de peripecias.
Al mismo tiempo, el cruce entre lo que conocemos de estas mujeres a través de libros –desde Sor Juana a Aira o Huxley-, de la televisión, los diarios y el cine –desde La extraña dama a las crónicas del caso María Soledad- fue fundamental para poder avanzar a través y a partir de ciertos sobreentendidos, incluso de prejuicios discriminatorios.
Con la cercanía, otras veces se invertía la relación. El “monstruo” era yo más que estas mujeres que eligieron una vida para muchos, “antinatural”. Me enganchó problematizar un poco ciertos aspectos del “sentido común”, y me di cuenta que ese era el tono, a veces de extrañamiento, que tenía que tener el libro.
Casi como una obviedad, surgió que tenía que manejarme con total libertad en cuanto a los, como se dice, “recursos narrativos” para intentar una crónica no sólo entretenida, si no atravesada por los matices y conflictos que fueron apareciendo; de los personajes y sus familias pero también sociales, políticos, al interior de la Iglesia, etc.

¿Como lo pensás en relación a la otra parte de tu obra?

En el prólogo María Moreno habla de algo así como de “cierta escisión” entre el estilo de esta crónica, de los cuentos y las notas de cultura (Sí, no sólo se tomó el trabajo de leer este libro). La verdad es que no sé. Más allá de los resultados, el libro tuvo momentos de escritura con el mismo pulso de la ficción, algo del orden de la densidad, de los personajes, siempre raros para mí; del conflicto y la ambigüedad; los implícitos y los estereotipos como problemas con los que hay que meterse (o me interesa meterme) narrativamente.
Es verdad que aquí el tema era bien específico, y eso actuó como un marco que no tengo cuando escribo otras cosas. Y en este sentido me encontré con varias sorpresas, además de con cuestionamientos políticos y hasta de género irresueltos que casi diría que venían al encuentro del libro.
Y también, obviamente, por más que a veces, confieso, hubiera querido, no “inventé” sucesos ni testimonios. Pero en un punto, y a pesar de haberlo vivido de manera diferente por lo que te dije, podría arriesgar que en el fondo se trata de lo mismo, problemas, lecturas, dudas, certezas y la escritura que se cruzan en historias. Creo que me involucré con el fluir del non-fiction y me privé de la declamación con respecto a posturas sociológicas, psicológicas, políticas que sin embargo van imbrincadas en el texto, como un murmullo.

¿Cómo imaginás a los lectores? ¿Qué se van a encontrar?

Esta pregunta tiene que ver con las fantasías, así que vamos: Imagino un público variado, que accede al libro por distintos motivos (¿fantasía cualunque de best seller?). No, en serio: algunos por su gusto por el género (¿existe?), otros por curiosidad con respecto al tema, algunos hinchas de las monjas, otros para enojarse con alguna cuestión vinculada a la Iglesia, otros para emocionarse o divertirse un rato, leyendo cada capítulo como si fuera un cuentito. Creo que el libro tiene momentos de distinta intensidad; desde el entretenimiento a la emoción o el suspenso o... Por lo menos, es lo que me propuse.
Siempre pensé el libro como un acercamiento tenso, un choque incómodo con el monstruo sacrificado o enfermo que muchos ven en la elección de este tipo de vida hoy; como un lazo tirante hacia lo distinto, lo que va contra la corriente, contra lo que se espera culturalmente de una persona; y, claro, el sistema detrás.
Me gustaría que el lector se quede con más preguntas que certezas, con perdón de lo remanido de la frase.